Narra: Frank Iero
Sentí el sol en mi cara, y me levanté. Era hora, era el día.
No sé por qué accedí a que la última noche de soltero de Gerard no fuese con chicas, en un prostíbulo o algo así, con todos sus amigos.
Sería una lástima. Una verdadera lástima. ¿Ahora que unos papeles de mierda decían que le tenías que ser fiel, ibas a serlo? ¿Y toda esa anarquía que vive dentro de ti?¿Esa había sido 'la noche de despedida'? ¿No habría ninguna más? ¿Adiós al Frerard?
Me cambié rápidamente, sin hacer ningún ruido. Lloraba en silencio, viendo su rostro tan puro dormir en paz. Esas facciones tan perfectas... era un ángel. Y era, es y será la única persona que amo en este mundo, la única persona capaz de arrancar un suspiro de mí con tan sólo mirarlo parpadear.
Tomé un papel y una lapicera. Mis manos temblaban. ¿Qué iba a escribirle? No quería herirlo, no quería que se sintiera culpable por mi partida, aunque lo fuese.
No voy a besarte... porque la parte más dura de esto es dejarte escribí. Conocía bien esa frase, supongo que la entendería.
Mentí, rocé sus labios una última vez.
Tomé mis cosas y salí de la habitación. Caminaba despacio, no sé qué esperaba. ¿Que
Gerard se despierte y me pida que me quede? No iba a pasar. Tampoco quería que pase, ¿o sí? Había hecho eso para desaparecer de su vida, para que él desaparezca de la mía...
Llamé al ascensor, y miré por última vez la puerta de la habitación. Miles de momento se me pasaron en la mente; y el último fue esa noche.
Oí nuestras respiraciones agitadas, nuestros gemidos; olí aún allí nuestro sudor mezclarse, todo el ‘nosotros’ se mezclaba en esa habitación. Podía oírlo susurrar ‘Te amo, lo siento tanto’ en mi oído aún.
¿Se arrepentía de lo que hoy iba a suceder?
Bajé a planta baja, y me encaminé hacia el estacionamiento. Tenía todo preparado, el bolso ya estaba en mi baúl. Me subí, y respiré profundo.
Encendí el auto y aceleré hacia la salida de New Jersey, dejando atrás lo que no podía ser...
*
Mi madre había muerto. Mi padre, hacía unos años.
Obviamente, había llorado. Y más cuando me enteré que la velaríamos en mi ciudad natal.
Quería decir que él iba a estar ahí. Y probablemente con ella.
Conduje pensando todo el tiempo en él. En cómo estaría, en qué le diría, en qué me diría él a mí... y cómo estaría ella. ¿Embarazada? No abría el correo electrónico hace meses por miedo a esa noticia. Feliz, supongo, iba a estar. Se acababa –hace dos años, claro- de casar con la persona más atractiva y sexy de todo el planeta; y era suertuda, ella no era linda, que digamos...
Llegué a casa. Y vi su auto. Perfecto.
Entré, y todos me miraron, en silencio. Yo les devolví la mirada, uno por uno, pero no lo encontré.
¿Dónde estás?, pensaba, ¿dónde te metiste, Way?
Pasé toda la tarde sin verlo. Quizás no había venido, y ese auto era de otra persona.
Fui para la cocina, en busca de un vaso de agua. Abrí la heladera para agua fresca, y me encontré con la nota cuando la cerré.
Segundo piso, tercera puerta a la izquierda.
Dejé el vaso y la jarra y fui lo más rápido que pude –sin levantar sospechas, claro- a donde decía la nota. ¿Cómo no se me había ocurrido? Mi habitación era donde siempre nos reuníamos en secreto cuando venía a casa.
Abrí la puerta con cuidado, y miré alrededor.
-¿Gerard? –nadie respondió. Vamos, Frank, ¿qué probabilidades había? Estaba casado, quizás con un hijo, y va a venir a verte a vos.
Estaba por irme, cuando vi un papel en mi cama. Resaltaba a la vista junto con el acolchado azul marino.
Me acerqué, y lo tomé. Estaba arrugado, algo amarillento. Lo abrí, y no podía creerlo.
No voy a besarte... porque la parte más dura de esto es dejarte, con la misma letra que lo había escrito hacía dos años. Había estado ahí.
Escuché cómo la puerta se cerraba detrás de mí, y le echaban cerrojo a la llave.
-Te tardaste demasiado, idiota. –me dijo. Sonreí, me volteé para verlo. Apenas lo hice, me besó. Y yo le correspondí.
-¿Dónde está Lindsey? –dije entre gemidos. Él sonrió, y me sacó la remera.
-Con Luke
-¿Quién es Luke? –le pregunté, mientras le sacaba su remera y besaba su pecho.
-Su esposo –me alejé.
-¿Esposo? –Sonrió- ¿no te casaste con ella?
-No
-¿Por qué no? –sonrió.
[Flashback de Gerard]
-¿Frank? –pregunté. Me levanté y lo busqué por toda la habitación; no estaba.
Me cambié, tomé mis cosas y bajé hasta la recepción.
-Perdone, ¿no vio a mi compañero? El de la pieza ciento doce...
-Sí, señor –me dijo la chica de turno- se fue hace dos horas, más o menos.
-¡¿Qué?! ¿No dijo si volvería?
-No, señor... lo siento.
Pagué la noche en ese hotel y salí corriendo, directo a su casa. Tomé un taxi a mitad de camino.
Cuando llegué, Linda me dijo que se había marchado. No sabía a dónde, no sabía por cuánto.
Sentí vibrar mi bolsillo; mi celular. Lindsey.
-¿Hola?
La boda. Maldita sea. Por eso se había ido.- Gerard, ¿Gerard? ¿Me escuchaste?-Hola amor. ¿Dónde estás? Faltan cinco horas para la boda, y ¡tenés que prepararte! –
-Sí, sí Lynz. Voy ya mismo para allá. –No pedí taxi. Necesitaba aire, mucho.
¿Qué iba a hacer? No la amaba. Tenía que aceptarlo. Nunca la había amado. Me casaba por compromiso.
Compromiso a ella y a mi familia, ya que conmigo mismo no tenía ninguno. Mi madre quería que me case, Mikey también…
Era más bien un anarquista.
Ahora, mírenme. Con personas ayudándome a vestirme. Con un esmoquin. Con gel en el pelo, ¡¿qué mierda hacía mi pelo con gel?! ¡¿Qué mierda estaba haciendo yo allí?! Tendría que salir corriendo, buscándolo, sólo porque él tenía mi corazón.
¿Qué le entregaría a Lindsey? Él me tenía en sus manos. Era el único que lo hacía.
Ahí entraba ella. De blanco. Era una extrema Pinocho, las veces que habíamos tenido sexo eran incontables.
La diferencia, es que con Iero hacíamos el amor. Era diferente. Lo de Lyndsey era sexo sin amor, era sólo por diversión, mientras que con Iero quería hacerlo, necesitaba hacerlo, deseaba hacerlo con todo mi corazón.
Dijimos los votos. Los míos fueron todos falsos... bueno, no exactamente.
Se los dije a Iero hacía unos meses. Me los anoté, y se los dije a ella. Me sentía muy culpable.
-Gerard. ¡Gerard! ¡¿Gerard me escuchás?! –me dijo el cura.
-¿Qué? Lo siento mucho, perdón.
-Estamos esperando tu respuesta. ¿Aceptas a Lyndsey como tu esposa, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso, en la riqueza y en la pobreza?
-Frank Iero.
-¿Perdón? –Dijo el cura. Lyndsey me miró.
¡¿Dije Frank Iero en vez de sí, quiero?! En qué me metí.
-Yo... -balbuceé. ¿Qué haría? Tenía a mi familia, a su familia allí. Y no lo tenía a él. Había seis mil millones de personas en el mundo, cien o más allí en la iglesia, y no estaba la única que quería.
No estaba mi mejor amigo, mi amado, mi todo. No estaba. Y yo no le podía hacer eso.
-Yo... lo siento, Lindsey. No, no puedo, yo no...
-¿Por qué? ¿Qué pasa, Gerard? –me dijo ella, asustada.
-Escuchame, y con mucha atención: sos espectacular, sos la mujer que todo hombre desea. Sos hermosa, sabelo, muy hermosa, y sos buena persona. Vas a encontrar a un hombre puro y bueno que te ame, porque merecés ser amada. Pero no por mí. –Le besé la frente, y me di vuelta hacia todos los invitados.- Lo siento, pero este circo se terminó. –Me adelanté hacia la salida, escuchando todos los murmullos de la gente atrás de mí, pero no me importaba. Mikey me jaló del brazo.
-¿Estás loco? ¿Por qué arruinás todo como si nada?
-No voy a casarme con la persona que no amo.
-Y a ver, sabelotodo. ¿A quién amás? –sonreí.
-¿No te diste cuenta aún? ¿Todos estos años y no te diste cuenta? –Se me quedó mirando. No tenía la más pálida idea. Reí.- Es la única puta persona que no está en la iglesia. Están todos estos giles que no sé quiénes son, y no está esta persona. No puedo permitirlo. –Mikey miró a los invitados, y abrió grande los ojos.
-Por eso dijiste su nombre, ¿no? ¿En serio lo amás? –asentí.
-Más de lo que alguien puede amar a otro ser en este puto mundo material. Mikey, me conocés. Lo conocés. Es mi complemento, es todo lo que yo nunca logré ser. Es todo, Mikey. Lo amo como vos amás a Alicia... –me observó a los ojos, e hizo una mueca que no pude comprender.
-¿Estás seguro de todo esto?
-Es la misma seguridad que tuve cuando pasó lo de las torres gemelas... -me soltó, y una lágrima estaba en su mejilla. Lo abracé.- Gracias. Por... comprender.
-Andá, antes de que me arrepienta. Es verdad, no sé qué hacías casándote. Sos un estúpido.
Tomé mi auto y me dirigí a la casa de Frank, con tal de saber al menos algo de lo que había pasado.
[Fin del Flashback de Gerard]
-Nunca intentaste contactarme –dije, entre gemidos. Lo sentía entrar y salir violentamente de mí, como la última vez.
-Sí intenté. Sólo a tu celular.
-Nunca recibí una puta llamada tuya –terminó en mí, y creo que todas las personas que estaban a bajo miraron hacia el techo del gemido que di. Reímos, cuando escuchamos los pasos en el pasillo.
-Frank, ¿estás bien? –escuchamos a Mikey decir afuera. Gerard se puso rápidamente los calzoncillos, y abrió la puerta.
-Sí, hermanito. –Mikey lo miró, y luego a sus calzoncillos.
-No, no puede ser –rió- y, ¿ese gemido fue por vos? –Me miró, desnudo en la cama, y reímos los tres.- No hagan tanto ruido, idiotas.
-Gracias, -dijo Gee-, por esto y por lo de hace dos años. Gracias en serio. –Mikey sonrió.
-Me vas a tener que pagar esta, esa imagen –me señaló- no me va a quedar toda la vida en mi cabeza gratis –se retiró, y comencé a reírme a carcajadas. Gee me miró, y sonrió.
-Callate, hey. Nos van a escuchar –yo seguía riendo, estaba tentado. Lo mejor que pudo hacer es callarme con un beso.- Lo siento.
-No me lastimaste, tranquilo –sonreí, dejándole un beso en sus labios.
-No. Por hace dos años. No tuve que haberte dejado ir. Yo mismo lo sufrí: dos años de abstinencia por vos. Sólo por esperarte a vos.
-Me siento culpable, yo no cumplí con eso.
-Nadie me obligó a hacerlo. ¿Con cuantos te acostaste?
-Cuántas... no soportaba la idea de que alguien más que vos me penetrara –rió- sí, suena estúpido, pero vos sos la persona que más amo. Todas esas perras fueron sexo sin amor. Pero yo a vos te hago el amor, vos me hacés el amor. Nadie puede cambiar eso. Sos el único con que en serio quiero hacerlo.
-Soy tu única excepción. –sonreí.
-Sos el único al que realmente le entregaría cuerpo y alma. –sonrió, y me besó.
-Te amo, Iero.
-Te amo, Way.
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