Everything you do
Apenas entré un horroroso olor a alcohol y cigarros apagados invadió mis pulmones. La puerta rechinaba bastante, le faltaba aceite.
Una brisa me impactó sobre mi hombro izquierdo y, al girar la cabeza, me di cuenta de que un gran ventanal estaba roto.
-¿Hola? —dije, cuestionándome no haberlo hecho antes— ¿hay alguien? ¿Señora Iero? —grité. Al no obtener respuesta, revisé cautelosamente la planta baja.
Todo estaba roto, destrozado, como si nadie viviera allí desde hacía algunos meses.
La cocina, por ejemplo, tenía dos vidrios rotos y un par de las puertas de las alacenas estaban salidas, tiradas en el piso, destruidas.
La sala de estar estaba de la misma forma, salvo por los sillones, que lo único que tenían eran algunas rajaduras en la tela que los cubría.
Subí las escaleras intentando hacer silencio, pero el sonido que hacían los escalones con mis pisadas no me ayudaba en mucho.
Al estar en el piso superior, revisé las puertas de la derecha; una habitación matrimonial, una habitación con muchas cajas amontonadas y un baño. Después, las de la izquierda; un estudio con computadora, biblioteca y escritorio, una habitación vacía y, finalmente, la antigua habitación de Frank.
Las paredes eran de un celeste azulado, y la alfombra era azul marino. El papel de la pared estaba arrancado en la esquina derecha de la habitación, había papeles y libros tirados, y la ventana estaba abierta. En una parte de la habitación había una mancha de humedad en la pared, como si alguien hubiera arrojado alguna botella hacia allí.
Eché una ojeada rápida a la habitación para saber dónde podría estar la guitarra, así que abrí el único lugar donde podría estar: el ropero.
Busqué entre remeras y pantalones pero no estaba, así que dejé de hacerlo: ¿dónde podría estar?
Miré por arriba del ropero y allí estaba, o al menos eso me decía la funda que encontré. Me senté en la cama suavemente y la abrí, descubriendo una hermosa guitarra blanca con su nombre pegado a ella.
Tenía un par de ralladuras, debía lustrarla para cuando Frank saliera del colegio.
De abajo del ropero tomé un par de cajas de cartón, pero estaban llenas de dibujos y un par de escritos. Corrí a la habitación con las cajas y vacié una que tenía vasos en ella, para volver a la habitación y llenarla con la ropa de Frank.
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