If you cut my little angel’s wings, I’ll cut your dick.
Estaba preparando la comida mientras esperaba que Frank volviera del colegio, y me sorprendía a mí mismo: ¡un pendejo de diecisiete años me había enseñado a mí, Gerard Way, a cocinar!
Escuché la puerta principal cerrarse y caminé hacia ella, sonriente.
-¿Olés, Frank? Estoy cocin… ¡¿QUÉ CARAJO…?! –dije, al ver la cara de Frank llena de sangre. Se quedó quieto, temblando, y corrí a abrazarlo.- ¿qué pasó? –comenzó a llorar fuertemente y lo senté en el sillón para se que apoyara en mi hombro, mientras que yo me tragaba mis lágrimas.
Verlo así me destrozaba el corazón y aplastaba cada uno de los pedacitos que quedaban de él. Me abrazó más fuerte y se revolvió en mi cuello.
-Me golpearon porque piensan que escapé de mi casa para irme a vivir con mi novio… –el pecho se me infló de repente pero volvió a bajar al instante.
Estaba triste, muy, porque le decían gay, se burlaban de ello y, encima, lo golpeaban. Pero sentí satisfacción y, por qué no, un poco de felicidad porque pensaban que estaba a la altura de poder ser el novio de Frank Iero.
Fui a hablar con el director del colegio, y prometió que iba a hacer algo al respecto, que Frank no tenía de qué preocuparse. Jamás volvería a ocurrir, dijo, pero yo no le creí mucho, ya que no lo veía demasiado empecinado en ello.
A los dos días, Frank volvió con el labio partido; le habían arrancado el piercing antes de encerrarlo en el baño de mujeres por dos horas.
Mientras lloraba contándome cómo pasó le curé la herida; estaba infectada, tanto tiempo al aire libre y sangrando… estaba completamente mala la herida.
Pero al escucharlo llorar así como estaba llorando, dejé la herida y lo abracé. A veces, el amor es la mejor cura.
Al día siguiente lo acompañé a la escuela. Lo iba a dejar en la puerta, pero vi que algunos chicos lo estaban observando, riéndose y preparados para lanzar un par de golpes en su dirección, así que poco y nada me importó que a los salones sólo entraba personal del colegio y alumnos, entré con él.
La maestra y los estudiantes me observaron sorprendidos cuando entré, pero no me dijeron nada por mi cara de enojo, supongo yo. Tenían miedo. Muchos rumores corrían en esa escuela sobre ‘el novio de Frank’, me había contado él, y temían que alguno de ellos sea real.
Por el rabillo del ojo pude observar a uno de los grandulones de la entrada, sonriendo como si aquello que estuviera viendo le divirtiera o algo por el estilo.
Frank se sentó en su banco mientras reinaba un completo silencio.
-¿Todo okay? –le susurré. Asintió con la cabeza, mirándome sólo a mí. Me volvía completamente loco.
-Hey, Iero, qué lindo tu papi… ah, no. Cierto que lo mataste… este debe ser tu novio. –dijo ese imbécil y todos, incluso él, comenzaron a reír a carcajadas como si acabara de decir un buen chiste. La profesora intentó acallarlos, pero fue en vano. Otra más que no estaba muy empecinada en proteger a Frankie.
Lo observé a él y vi cómo apretaba los puños y los dientes, mirándome de nuevo sólo a mí, con los ojos empapados en lágrimas.
En el momento que me levanté todos callaron repentinamente, incluso el de la broma. Ellos sabían que yo estaba dispuesto a usar la violencia, ya sea porque lo intuían o porque creían uno de esos estúpidos rumores.
Me apoyé en su banco con los puños, mirándolo fijamente; me tenía miedo, y mucho.
-Agradecé que estamos en una escuela y que yo soy mayor, sino te diría y haría tantas cosas que iría preso. Pero sabé que afuera no tengo problema de hacerlo.
-Con gusto. –me respondió, desafiándome mientras las demás personas del salón contenían la respiración, incluso Frank.
-Pero te quiero solo. No con el séquito de imbéciles que tenés que les pegan a chicos que no te hacen nada solamente para parecer un poco más macho de lo que creés que sos. No sé si se fijaron… –le dije esta vez a la clase entera, dándome toda una vuelta y mirando a cada uno de ellos a los ojos, con una pausa de película. Me sentía con mucha importancia ahí adentro.- pero cuando venía de camino al salón junto a Frank, me detuve a ver la repisa del Club de Teatro de la escuela. Van a hacer Peter Pan, ¿sabían? –Ninguno me contestó, entendieron perfectamente lo retórica de esa pregunta-. Y… ¿saben quién es Campanita este año? –hicieron un silencio sepulcral, aún más que el anterior, esperando la respuesta. Yo volví a darme vuelta y miré a ese imbécil a los ojos, sonriendo levemente- Marcus Wimbledon.
Un murmullo empezó en el salón de los púber, mientras la víctima de mi acoso y yo teníamos una dura batalla de miradas.
Me di vuelta victorioso con la intención de irme, pero entonces el grandísimo idiota abrió la boca.
-Morite, estúpido gay.
Bueno… no pude contenerme. Creo haberle roto la nariz con mi puño o algo, pero la sonrisa de Frank en ese momento valió los tres días en la cárcel.
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