lunes, 25 de julio de 2011

Perfectly Imperfect | Capítulo 2

It's how you see the world

Llegamos por fin. Lo ayudé a bajar sus cosas, y me paré frente a la casa.


Cuando uno piensa en la casa de un pintor, ¿qué se imagina? Una casa medianamente chica, pintoresca, con flores y quizás olor a una tarta recién horneada saliendo por la ventana…


Ahora me doy cuenta de que estaba totalmente equivocado.


Era una casa vieja, grande, algo derruida, pintura saltada y con las ventanas cerradas completamente.


Mientras metía la llave en la cerradura, mi pintor favorito le sonrió a una señora que barría a nuestra izquierda. Ella lo miró con asco.


-Señora Kepples, –dijo- anoche se oía como una muchacha de veinticinco años con su marido... felicidades, creo que terminar tres veces en una señora de su edad es realmente impresionante… –ella lo asqueó y se metió a su hogar. Él sonrió satisfecho y entramos.


Apenas entramos, había un pasillo, donde de allí se iba a todas las partes de la casa: cocina, baño, living, hasta la habitación. Nos dirigimos a esta y dejamos las cosas sobre su cama. Se sentó en ella y se sacó los zapatos


¿Era  cierto lo que acababa de ver? Es decir… ¿el pintor, mi pintor, le había hecho tanta mala fama a esa señora sólo por diversión?


-Decime… ¿cómo te llamás? –me preguntó, poniéndose unas Converse.


-Yo… Frank… –susurré, saliendo de mis pensamientos repentinamente. Él, por su parte, sonrió. Se levantó y me hizo señas de que lo siguiera.


Me llevó hasta el comedor, él frente a mí.


-Bien, Frank, Gerard quiere ver tu arte –soy medio atolondrado, así que tardé unos segundos en reconocer quién era Gerard. Pero, aún así, no hice movimiento alguno: ¿cómo reaccionaría al ver que más de la mitad de los dibujos lo contenían a él en alguna parte? Me puso una carita de perro la cual pudo enternecerme- ¿Por favor? –Suspiré. Tomé la mochila y saqué la carpeta. Se la pasé y pasó uno a uno los dibujos.


Bien, Iero. Estás jodido.


Fui sintiendo cómo me sentía más chiquito a medida que iba pasando las páginas. Su cara reflejaba sorpresa, felicidad y… ¿y qué? Me miró, sonriendo.


-Frankie, ¡son geniales! – ¿Frankie?


-Gracias…


-Y no sólo porque sea yo el que está allí… –me ruboricé cuando él comenzó a reír por su ‘broma’.- En serio. Tenés mucho talento. ¿Vas a un taller… o algo? –Negué con la cabeza, sonriedo.


-No, Gerard. Mi madre no quiere pagarme nada… y mi ‘mesada’ la gasto en… en… cosas… –no, no voy a decir ‘tus cuadros’, no voy a hacerlo.


Me observó un minuto y luego, de un estante, tomó pinceles y un caballete. Puso el lienzo sobre éste, tomó pomos de pintura poniéndolos en un lapicero al costado del caballete y me tendió un pincel.


-Pintá –me quedé mirándolo. No sabía pintar, nunca lo había hecho. Y no iba a hacerlo frente a él.- No podés negarte a clases gratis de pintura, ¿o sí? –Me quedé perplejo, sin mencionar palabra, mientras agitaba el pincel en su mano- Vamos, Frankie… pintá.


-No puedo tener las clases, Gerard, –dije aún algo shockeado por su proposición- no estaría bien…


-¡Vamos, Frank! A mí no me cuesta nada, y… a vos tampoco –sonrió.


-No, Gerard. O te pago, o nada. No voy a permitirlo de otra manera. –Pensó un minuto.


-¿Me dejarías quedarme lo que pintes? Para después venderlos. Así tendría dinero a cambio de tus clases –movió el pincel frente a mi cara.


-¿Venderlas? –Reí- ¡tendría que agradecer si alguien las nota al lado de todo tu arte! –sonrió.


-En ese caso… -tomé el pincel. Me acerqué al lienzo y lo quedé mirando.- Perfecto… un verdadero artista nunca sabe qué va a pintar si no es que va con una idea previa… ¿inspiración? –se acercó a un equipo de música que allí tenía y buscó entre los CDs. Yo lo observaba mientras pasaba cada uno de ellos; Kiss, Radiohead, The Beatles, The Cranberries, Rolling Stones… y Coldplay.


-It's how you see the world cantó. Desapareció en la cocina, y yo, aún sin inspiración, me quedé mirando el blanquecino lienzo.- Is how you see the world! –cantó Gerard junto con Chris Martin.


-Es como veo al mundo… –susurré. Tomé el pincel, puse pintura en la paleta y comencé.
Carne. Carne. Carne. Mujer. Vestido. Ojos. Pintura. Mucha pintura.


Gerard apareció por la cocina, trayendo dos tazas de café. Dejó una en la mesa y la otra se la fue tomando al compás de mi cuadro.



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