The worst, the best
[Narra Gerard]
Mentiría si dijera que esos días dormí bien... en realidad, ni siquiera pude pegar un ojo. Pensaba todas las noches en él, en su vida, en sus días, en sus noches, en sus compañeros, en cómo lo trataban, en qué quería comer, en qué debería comer para hacerlo sentir mejor después de que le había hecho doler, a veces sus gemidos resonaban en mi cabeza mientras él dormía y debía tocarme en silencio para no tener que despertarlo. Lo miraba dormir en las noches, tan sereno y hermoso a mi lado, lo oía en sus sueños y lo despertaba en las mañanas.
-¿Frank? ¿Frankie? –le susurré al oído.
-No... no quiero... –susurró dándose vuelta. Me acerqué a su oído y le di un beso debajo de él.
-Frankie, es viernes... tenés escuela... –se removió bajo la sábana.
-No quiero torta... quiero mi guitarra... quiero a Pansy... –susurró. Abrió los ojos de a poco y le sonreí.
-Vamos, ya te hice el desayuno –le susurré bajando de la cama.
-¿Gerard? –dijo bajito, sentándose en la cama y refregándose los ojos.
-¿Sí, Frankie? –le dije, ayudándolo a caminar por el sueño.
-Gracias por lo de anoche. Sos la persona con la que quiero pasar el resto de mis días. –le sonreí y lo besé, con lágrimas en los ojos.
Lo llevé al colegio y esperé a que entrase al instituto. No quería dejarlo ir; no por el miedo, ya que desde aquél incidente con el idiota que le pegaba ninguno se había atrevido a tocarlo, sino que no veía la hora de que saliera.
Esa mañana estaría muy ocupado, sumando que tenía que llegar a horario para hacerle la comida a Frank, así que puse manos a la obra.
Hice el camino de memoria, como siempre, llegué a la entrada y bajé. Me apresuré ya que amenazaba con llover.
-Buenos días, Charlie –lo saludé, sacando mi billetera. Me sonrió en forma de saludo- dame dos claveles rojos, por favor.
Me los preparó como los preparan en los puestos de flores, muy lindos y con muchos pastos artificiales que realmente no sirven para nada y en realidad quedan horribles.
Le di cinco dólares, como decía la pizarra, pero no me cobró.
-Quedátelos. –me dijo apenas tomé los claveles y le di los billetes.- Realmente no te conozco, pero es la primera vez que veo a Frank feliz desde... bueno... vos sabés. Lo único que quiero pedirte es que no lo lastimes más de lo que ya está, brindale todo el amor que tengas para dar, porque lo necesita. No te guardes nada. –negué con la cabeza.
-No te preocupes, Charlie, le estoy dando todo el amor que jamás le pude dar a alguien. –me sonrió y me alcanzó su paragüas, ya que estaba empezando a escucharse algunos truenos.
Caminé hacia Elena, y le conté algunas cosas de las que estaba viviendo, como Frank, mi trabajo, cuánto me servía en la vida todo lo que ella me había enseñado... me descargué muchísimo, lloré otro poco pero me di cuenta de que no tenía mucho más tiempo.
-G... G1... G2... G3. Hola. –susurré. Le dejé la flor y volví a pararme, poniendo las manos en los bolsillos. Estaba muy incómodo y nervioso, aunque realmente no hubiera razón para estarlo.- Bueno... no sé realmente cómo hablarte. Es decir, con Helen es fácil, era mi abuela y todo, pero vos sos mi... suegro, y... ehm... -me removí en mi lugar- creo que sabés de lo que vengo a hablarte. Y sé, también, que si estuvieras acá querrías lo mejor para tu hijo., como yo lo hubiera querido para el mío o la mía. No sé si soy lo mejor, tampoco creo serlo, pero lo amo con todo lo que soy... y eso no va a cambiar. Nunca me fue bien en el amor, siempre fui un perdedor en el tema. Nunca tuve a la chica más linda, nunca tuve facha, jamás nadie me quiso para ir a algún baile de la escuela o para ser mi cita en la fiesta de fin de curso, pero eso me hizo el hombre que soy hoy como para amar a Frankie y no jugar con él. Prefiero ser el peor de los mejores que el mejor de los peores*, querido suegro, -sonreí al decir estas palabras. Las tenía bien ensayadas-, pero prometo hacer feliz en todo lo que pueda a tu hijo, el mejor de los mejores. -un trueno anticipó a la lluvia, y abrí el paraguas de Charlie. Me quedé unos minutos en aquella parcela y me fui, con un paso lento, hacia la entrada.
-Charlie, ¿tenés alguna idea de quién es Pansy? -le pregunté mientras cerraba su paraguas, se lo devolvía y le daba algunos billetes y las gracias.
-La guitarra de Frank, por supuesto. El objeto más amado por él; amaba tocarla en los días de lluvia como hoy. -sonrió, recordando, al parecer, viejos tiempos.
-¿La tenía en su casa?
-Ahá.
-¿Sabrás dónde?
-Según recuerdo... -pensó un minuto- ...creo que en su habitación. Al subir la escalera, es la tercera puerta a la izquierda. Allí debe estar.
-Perfecto... muchas gracias, Charlie. -le dije y caminé hacia mi auto.
Al sentarme en el asiento del conductor, tomé una carpeta que Frank ese día no utilizaba de abajo del asiento del acompañante para ver la dirección. Conduje recordando las palabras de Charlie, hasta que llegué. Bajé y me arrimé a la puerta.
Estaba abierta, así que entré.
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