martes, 9 de agosto de 2011

Afrodita te odia, Eros te desea | Capítulo I | Parte I

Afrodita | diosa del Amor, la Lujuria, la Belleza, la Sexualidad y la Reproducción





Afrodita levantó la vista del pequeño Pegaso que acababa de ver nacer para ponerle atención a uno de sus altares en la mismísima Grecia. Allí, una mujer de mediana edad, abandonaba su altar cuando acababa de entrar.

A la izquierda de este edificio se encontraba Gerard, un hombre bastante joven que todos los días al mediodía juntaba frutos en ese lugar. Todos los días algunas personas, tanto hombres o mujeres, se veían atraídos por su belleza y, si bien los hombres lo disimulaban preguntando, por ejemplo, qué clase de frutos juntaba, Afrodita sabía perfectamente que no era ese su interés.

¿Cómo era que un simple mortal alejaba a sus veneradores de sus templos? ¿Podía tener una diosa ese tipo de suerte?

Pero un día se fijó en algo que le llamaba la atención: él no sentía el mismo tipo de atracción por la gente que se le acercaba; les hablaba amablemente, típico de su forma de ser, con una sonrisa pero jamás se había fijado en alguna de las personas que se acercaban.

Afrodita, como todo el mundo debería saber, era bastante arrogante, orgullosa y terca entre muchas otras cosas, y reinaban en ella los celos. Éstos comenzaron a nacer cada vez más seguido en la diosa, así que comenzó a idear un plan para que la gente volviera a sus templos.

El primer plan lo llevó a cabo enseguida. Hizo que un ciudadano fuera a su templo y que, como todos los otros, se distrajera con la belleza de Gerard. Él, como a todos, le sonrió y entabló una conversación con el hombre que acababa de acercársele mientras terminaba de recoger los frutos.

Cuando terminó su tarea, invitó al extraño a su casa, ya que, como todos los habitantes de su pueblo, tenía bondad infinita.

Pero Gerard no contaba con el hecho de que detrás de sus acciones reinaban los infinitos celos de Afrodita, que esa bondad que aquél hombre poseía estaba invadida por la diosa.



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