martes, 9 de agosto de 2011

Afrodita te odia, Eros te desea | Capítulo III

Eros se quedó allí viendo a Gerard recoger los frutos. ¡Cómo Afrodita no le iba a tener envidia, si su belleza era digna de un dios! Los rumores en el Olimpo corrían a la misma velocidad que Apolo, aunque no lo crean.

–Yassou –dijo Gerard al ver a Eros.

–Yassou –repitió el dios.

–¿Eres de este pueblucho? Jamás te había visto por estos lugares…

–No, yo… yo no soy de acá. Soy de… Inglaterra.

–Oh, inglés. Y… ¿cuál es tu nombre?

–Yo… –eso Eros no lo había pensado, tenía que tener un nombre inglés y no uno griego– soy… soy Frank. ¿Tú eres…?
–Yo soy Gerard, nací aquí. ¿Qué estás haciendo por estos lugares, Frank?
–Puro turismo, en realidad.

Eros observó atentamente a Gerard durante mucho tiempo, mientras cortaba los frutos. Era muy hermoso en verdad, digno de un dios. ¿Acaso podría hacerse pasar por uno? Él creía que sí.

–Frank, ¿quieres venir a cenar a mi casa? Sé cocinar muy bien cordero… –sonrió Gerard.

–Lo siento mucho, Gerard, pero no como cordero. Igualmente, veré si puedo ir, debo hacer unas cosas todo el día de hoy –Gerard sonrió.

Cuando Apolo hizo que el sol cayera, el mortal se fue para su casa y Eros se preparó para su ataque. Pero… ¿deseaba realmente el joven dios lanzarle esa flecha? Gerard le había gustado, y él lo había invitado a cenar, como todos con los que se había acostado. ¿Realmente quería ese puesto en el Olimpo?

Esa noche, Eros tocó la puerta de Gerard, quien lo recibió con una sonrisa. El pequeño dios ayudó al mortal a preparar la comida entre risas y sonrisas, hasta que se plantó la hora de comer.

–Y cuéntame, Frank… siendo inglés, ¿crees en nuestra mitología?

–En realidad, sí. Siempre me gustaron mucho esos tipos de dioses, en realidad. ¿Por qué?

–Pues si te digo, me creerías un loco.

–Por favor, adelante Gerard. Dime.

–Bueno… hoy estaba en el bosque de camino al altar de Artemisa, cuando ésta me susurró al oído Afrodita te odia, Eros te desea. ¿Acaso eso es normal? –a Eros le subió la sangre a la cara. Al no recibir respuesta, el mortal continuó– bueno… si el dios Eros me deseara, por supuesto le respondería. ¿Acaso tú no?

El mortal sonrió después de unos segundos, dejando a Eros con la palabra en la boca. Luego, salió hacia los viñedos, sin parar de caminar, sin detenerse en ninguna de las plantas. Eros, sin ninguna opción, lo siguió.

¿Acaso no sabía Gerard qué camino estaba tomando? Bueno, Eros sí. Y el lugar que pensaba era el mismo al que acababan de llegar.

El principal templo de Afrodita.

¿Lo que Eros veía era real? Gerard se estaba sacando la ropa, dejando su pálida piel al descubierto. Se dio vuelta, dejando ver sus partes e iniciando un fuerte deseo de Eros.

–¿Crees que Eros me querría así?

El joven dios se abalanzó sobre él, sacándose la ropa y haciéndole el amor en el templo de Afrodita.
La diosa, viendo esa aberración contra su persona, estalló en ira y decidió acabar con la vida de los dos, aunque se preguntaba si podría matar a Eros ahora que estaba convertido en una especie de mortal.

Pero Zeus, que observaba todos y cada uno de los movimientos de Afrodita en ese momento, la detuvo: una nueva raza de gente estaba por nacer, la semi dios, así que le dio el poder de la fecundación a Eros para que empezaran con esa raza. Y se preguntaba si sería algo bueno… o algo desastroso.


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